
Si una promesa me había hecho este año, era que mi hija Zoe no llegara tarde al colegio ni un solo día. Sabía que iba a faltar a clases con frecuencia ya que su padre y yo viajamos mucho, algunas veces por trabajo, otras por placer, y nos gusta viajar con ella. Por un lado, pensamos que viajando a distintas partes del mundo puede que aprenda más de lo que pudo haber aprendido en esos pocos días que no fue al colegio. Por otro lado, no es una posibilidad viajar sin ella.
Por eso me había hecho esa promesa y la había cumplido hasta ayer. Desperté a la hora de siempre, no recuerdo que ocurriera algo en particular que nos demorase. Sí recuerdo que mi hija se puso a jugar con el Ipad mientras tomaba desayuno y yo aproveché para pasar el Swiffer a la cocina.
La entrada al colegio es 8.20, salimos de casa 8.15. Vivimos a cuatro cuadras y vamos en auto. Por dos razones: primero porque hace mucho calor y las cuatro cuadras se sienten como diez, y segundo porque a esa hora de la mañana yo solo tengo cabeza para hacer ciertas cosas: ayudar a mi hija a vestirse, peinarla, preparar su desayuno, alistar su lonchera, y lavar rápidamente los platos del desayuno para que cuando vuelva a casa después de dejarla pueda echarme a dormir un par de horas y poder completar mis mal dormidas ocho horas de sueño diarias. No tengo fuerzas para caminar más de veinte pasos ni paciencia para contestar las preguntas intelectuales que hace mi hija a esa hora, a todas horas en realidad.
Salimos de casa 8.15, según yo, pero cuando prendí el auto eran 8.18. ¿Cómo así? No lo sé. ¿Qué hice en esos dos minutos? No recuerdo. Tal vez pedirle a mi hija que deje el lapicero que tenía en la mano de vuelta en la mesa, tal vez mirar el horizonte y preguntarme cuán vieja voy a ser cuando tenga cuarenta si sigo durmiendo entrecortado. Me acuesto tarde no porque estuve de fiesta, yo trabajo de noche.
Eran las 8.20 en punto y entré corriendo al colegio, me paré en la puerta del salón de mi hija y cuando intenté abrir la puerta, la persona que estaba haciendo la guardia me dijo que no podía entrar, que ya eran 8.20 y que tenía que ir a la oficina principal a sacar un pase de tardanza.
Me quedé helada. Un poco porque mis planes de llegar a fin del año escolar sin una sola tardanza se habían arruinado, pero sobre todo por su rectitud. La mujer era firme, no tuvo compasión cuando vio a mi hija llorar. No insistí, obedecí. Mientras mi hija y yo caminábamos a la oficina le expliqué que no debía tomarlo así, que no pasaba nada, que no me parecía justo, pero que era mejor relajarse.
Pero me quedé pensando que los colegios muchas veces exageran con estas cosas. No estaba realmente tarde y mi hija está en Kindergarden. Me parece bien enseñarles a los hijos sobre puntualidad, pero esto me pareció excesivo. Pensé que por algo en ciertos países han empezado a cambiar el sistema escolar. A tratar de que los niños aprendan a través de experiencias y no teorías. A educarlos en la flexibilidad, la libertad, el respeto y, sobre todo, la felicidad.
No sé si me gusta que mi hija esté en un colegio tan estricto. No sé si me gusta que pase seis horas sentada en un pupitre. No sé si me gusta que le dejen tanta tarea. No sé si me gusta que le dejen tarea en general. Si los hijos pasan toda la mañana estudiando, ¿por qué no dejarlos libres por la tarde?
Pablito clavo un clavito en la cabeza de su abuelito y se tiro un pedito
Hola Silvia! Es la primera vez que entro a tu blog, es la primera semana que empiezo a ver tus videos de youtube y me mato de la risa. Para serte sincera, no había puesto interés en lo que escribes o haces, siempre he seguido a Jaime desde que tengo 13 años, la primera novela que leí de él fue Yo amo a mi mami…. desató mi gusto por la lectura a morir recuerdo que la leía los martes y jueves por medio del diario La República y la completé toda, ahora apolillada andará en mi casa de Perú. Esta semana empecé a leerte y a verte en Youtube, el video que mas me gusta es los 17 consejos a tu hija, me salieron mis lagrimitas, por cómo te expresas y como hablas puedo sentir que eres muy transparente, de buen corazón, no sabes mentir y te esfuerzas en ser una buena mamá, me identifico contigo criando tu hija en USA sin familiares a quien llamar para que te auxilien… y para estar con Jaime, eres una mujer valiente…ajajaj!!! Cariños Silvia, pareciera que te conozco de toda la vida… rarazo… si vienes por Bend Oregon… avisame para invitarte a comer a mi casa, no tengo una mansión, mi casa es pequeña, pero si hay mucho cariño y buena comida!
Me encanta la historia de Jaime y tu! Me alegra que sean felices son Zoe, hay momentos difíciles, pero son más los momentos felices que los amargos, solo hay que saber reconocerlos durante el día y ser agradecidos!
Bendiciones para tu familia Silvia!
Silvia, acabo de leer este post y yo también me hize esta pregunta hace unos años, y descubri que hay dos metodologias educativas distintas la montesori y la waldorf, aqui en lima mi hija va a un colegio waldorf donde los niños estudian siendo libres y cada uno ha su tiempo, quizas te interese. Saludos